Little

Little

Los primeros rayos del alba apenas se filtraban entre las cortinas, tiñendo la habitación con fantasmales tonos gris azulados, cuando la consciencia de Anna emergió lentamente del reino de los sueños. Un instante más y se habría sumido en un sueño profundo, pero de repente, brutal e implacable, un escalofrío helado la atravesó. No era despertar: era caer en un abismo de hielo. El agua fría, como mil diminutas agujas, le quemaba la piel, le corría por la cara, le resbalaba por el cuello, le empapaba el pelo y las sábanas, transformando la acogedora cama en un pantano frío y húmedo. Dejó escapar un breve grito ahogado, jadeó en busca de aire y, por instinto, se puso de pie, temblando con un violento escalofrío que no pudo reprimir.

Frente a ella, en la penumbra creciente, estaba Marc. En sus manos colgaba un cubo de plástico vacío, y su rostro mostraba una expresión desprovista de arrepentimiento, solo una fría e impasible irritación. Vestía una camiseta arrugada y pantalones deportivos, tenía el pelo revuelto y la mirada perdida y cansada. Permaneció inmóvil, como si acabara de realizar una tarea cotidiana en lugar de cometer un acto de violencia silenciosa.

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